- Imagen del Stmo. Cristo Capitular, vulgo del Amor Misericordioso (Fernando Estévez, 1828); La Magdalena (Fernando Estévez, C.1809)
Hermandad del Stmo. Cristo del Amor Misericordioso
Capilla de Santa Bárbara
Reflexión:
Jesús cuelga de la cruz, con la cabeza coronada de espinas abatida sobre el pecho. Su costado ha sido desgarrado, por la lanza del soldado. Nos sentimos abrumados por el desaliento ante lo que parece un fracaso, pero en realidad estamos ante una victoria, porque lo viejo ha pasado y una nueva vida comienza. Dios en la cruz reconcilia al mundo consigo y ahí comienza la Redención.
Toda la vida de Jesús fue un progresivo despojo de sí mismo que culmina en la entrega de la vida en la cruz. Por amor a cada uno de nosotros. Por amor a ti. Amor infinito y generoso que no busca reconocimiento ni respuesta. El amor misericordioso que clama “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”.
Seguir a Jesús es tomar la cruz, sabiendo que es nuestro camino hacia la auténtica libertad. “El que quiera seguirme, no se busque sí mismo y cargue con su cruz”. Esto implica retirar la mirada de mí mismo y ponerla en el otro. Cada vez amar mejor y confiar en medio de la dificultad. Experimentar dolor y pena por no haber amado más, por no haber respondido al Señor, por haber pecado.
El amor misericordioso de Dios todo lo transforma, por su sangre y agua renacemos a una vida nueva.
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