- Imagen de Ntra. Sra. de la Soledad (José Rodríguez de la Oliva, S. XVIII)
Cofradía de Ntro. Padre Jesús Nazareno y Ntra. Sra. de la Soledad (La Salle)
Deambulatorio – Baldaquino de Ntra. Sra. de los Remedios
Reflexión:
En los pasos de Jesús por esta tierra, siempre estuvo cerca su madre. Entregada por entero al cuidado de su Hijo, María colaboró activamente en la obra de la Salvación que se le había anunciado. Desde el primer día, con su Hágase, se abandonó enteramente a la voluntad de Dios. La Madre fue peregrinando entre penumbras, por los caminos de la Fe. Guardó y meditó en el corazón todos los acontecimientos y las respuestas que no acababa de entender de aquel Hijo de sus entrañas.
Y ahora, en este momento trágico de la Pasión, la Madre sufre con el Hijo los dolores de su entrega por todos nosotros. Tantas promesas de un nuevo reino, tantas esperanzas para los pobres y humillados, se vienen abajo en el horror del Calvario. Todo es oscuridad, todo es soledad. Pero María sigue caminando tras Él, sabiendo que Dios está detrás de los acontecimientos.
En el dolor de María, está el desgarro de tantas madres que ven impotentes sufrir a sus hijos por las mil desventuras de la vida. Madres de hijos que migran hacia futuros inciertos, hacia territorios hostiles, a menudo hacia la muerte. Madres de hijos con sus vidas en suspenso, sin trabajo, atenazados por la droga y tantas adicciones, hijos arrojados a los márgenes de la sociedad. Madres de hijos e hijas entregadas a la esclavitud de estos tiempos, tratados a fuego por quienes deberían protegerles. Madres de hijos diferentes, de hijos enfermos, que suben la cuesta de la vida aplastadas por la carga.
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