En la tarde de este domingo 27 de abril, el obispo presidía en la Catedral la Misa de Apertura del Año Jubilar que se prolongará hasta abril de 2015 con motivo del Centenario y la Reapertura de la Santa Iglesia Catedral.
La celebración se inició en el exterior
del templo, concretamente en el atrio principal de Catedral. Allí se
leyó el decreto episcopal para este acontecimiento: Posteriormente el
Obispo abrió la que será “Puerta de los Peregrinos” proclamando la
afirmación del salmo 99: “Entrar por sus puertas con acción de gracias”.
Ya en el templo, se pasó a leer el
documento de la Penitenciaria Apostólica concediendo la Gracia de la
Indulgencia Plenaria a los que peregrinando a la Catedral de Nuestra
Señora de los Remedios cumplan debidamente con las condiciones
acostumbradas.
El Obispo en la homilía comenzó
recordando la confluencia de varios acontecimientos en este domingo
llamado de la Divina Misericordia, día de la octava de Pascua, jornada
de las Vocaciones nativas, de la canonización de dos papas, de apertura
del Año Jubilar.
En relación a la Palabra de Dios
proclamada en la Misa, el prelado nivariense recordó la situación de los
apóstoles tras la muerte de Jesús:Encerrados, con miedo, aterrorizados y
sin futuro, con dificultades para creer, pero “aparece ¨Jesús y con Él
los efectos de su resurrección: paz, alegría, fe,
amor, comunión fraterna, solidaridad…”Se alegran al ver al Señor que
abre las posibilidad de un futuro nuevo, puesto que el “poder de la
resurrección es un torrente de vida que nos riega a todos”- dijo.
La fe- prosiguió- “genera una vida nueva, un nuevo modo de ser y de relacionarse con Dios, con las personas y las
cosas. Es lo que se ve en la lectura de los Hechos de los Apóstoles,
“ahí tenemos los efectos de la resurrección sobre las personas, no ya en
meros sentimientos de paz, alegría y amor, sino en actos concretos”.
En otro momento de su intervención recordaba Bernardo Álvarez lo dicho esta misma mañana por el Papa Francisco: “Esta
esperanza y esta alegría se respiraba en la primera comunidad de los
creyentes, en Jerusalén, de la que hablan los Hechos de los Apóstoles
como hemos escuchado en la segunda Lectura. Es una comunidad en la que se vive la esencia del Evangelio,
esto es, el amor, la misericordia, con simplicidad y fraternidad. Y
ésta es la imagen de la Iglesia que el Concilio Vaticano II tuvo ante
sí. Juan XXIII y Juan Pablo II colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar y actualizar la Iglesia según su fisionomía originaria, la fisionomía que le dieron los santos a lo largo de los siglos.
Aquí, sostuvo, es donde debemos situar
el Año Jubilar, “nosotros también podemos esperar que la misericordia
del Señor llegue a nosotros”. “Es un año con muchas posibilidades para
nuestra vida personal y para nuestras comunidades parroquiales y de vida
consagrada, para grupos y movimientos eclesiales…” “El Año Jubilar en
esta diócesis tiene como objetivo “restaurar y actualizar nuestra Iglesia Diocesana según su fisionomía originaria, que vemos en los Hechos de los Apóstoles”- explicó.
Por último recordó el horizonte de la
venidera celebración del bicentenario de la diócesis, en el 2019, para
citar a los papas canonizados hoy, a San José de Anchieta y al Santo
Hermano Pedro para proponer que “también nosotros queremos trabajar
para ser santos y para dar a nuestras comunidades esa fisonomía de la
Iglesia en sus orígenes”.
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