"Tenerife estará presente en la canonización del beato Martín de
Porres. El curioso caso y la curiosa historia de un niño tinerfeño.
Misteriosa curación de Antonio Cabrera Pérez-Camacho, afectado de
gangrena en un pie. En unión de sus padres, marchará a Roma para asistir
a la canonización del fraile dominico por cuya intercesión logró su
rápida curación". Así tituló el periódico EL DÍA la información
principal de la página 3 de la edición del 27 de abril de 1962.
Hoy se cumplen 50 años de la canonización del dominico peruano san
Martín de Porres (1579-1639), a quien elevó a los altares el Papa Juan
XXIII después de que expertos médicos y teólogos consideraran
sobrenatural la curación de la gangrena que sufrió Antonio Miguel
Cabrera Pérez-Camacho (Santa Cruz de Tenerife, 1951). Era el tercer
milagro admitido y le abrió la santidad oficial a Martín de Porres,
quien había sido declarado beato el 8 de agosto de 1837 por el Papa
Gregorio XVI.
El "niño del milagro" es un reputado odontólogo de Santa Cruz. Atrás
queda su paso por el colegio La Salle-San Ildefonso, la Facultad de
Medicina de Zaragoza y por Argentina para especializarse en Cirugía
Maxilofaxial y Odontología.
"El accidente ocurrió estando de veraneo en Garachico. Era un niño
extremadamente travieso". Antonio tenía entonces cinco años. "Iba con un
chico, de familia humilde de Garachico, que traía un jabón lagarto
del tamaño de un ladrillo. Se lo cogí y lo tiré a una casa que estaba
en construcción cerca de la mía, y el chiquito se puso a llorar. Me dijo
que el padre lo iba a matar, porque aquello debía de tener un enorme
valor en aquel momento, pues eran tiempos difíciles todavía. Le dije que
no se preocupara, que se lo iba a buscar. Empecé a trepar por la
fachada de la casa y, cuando fui a subir a la azotea, el bloque estaba
desprendido y caí a la calle, y encima me cayó el bloque de 30 kilos
sobre la pierna. Imagínate, yo por entonces debía pesar unos 15 o 20
kilos. La pierna me quedó completamente destrozada. Aquello era un
amasijo.
Inmediatamente me llevaron de Garachico a Santa Cruz, a la
Clínica Capote. Cuando empezaron a ver aquello vieron que estaba fatal y
me empezó una gangrena terrible".
Antonio, nieto del doctor palmero Pérez-Camacho, que regentó la
clínica de La Palma y vivía entonces aunque estaba enfermo, recuerda que
los médicos querían evitar a toda costa una decisión tan drástica.
Finalmente, "los doctores Miguel López y los Capote dijeron que había
que cortar porque si no me iba a dar una septicemia y me iba a morir, y
no se podía esperar más tiempo". "Recuerdo cómo me sacaban los trozos de
carne putrefactos y yo no me enteraba; era carne totalmente en
descomposición".
Informe del Dr. López
El 27 de abril de 1962, casi seis años después del accidente y días
antes de la canonización del todavía beato Martín de Porres, el
periodista de esta casa Francisco Ayala publica el informe médico del
traumatólogo Miguel López -ya fallecido- que describe la evolución de
Antonio Cabrera.
"25 agosto 1956.- Ingresa en la Clínica Santa Eulalia (Fundación
Capote), apreciándosele extensa herida por desgarro y magullamientos en
la cara dorsal del pie izquierdo, con infracción de maléolo externo y de
metatarsianos. El pie aparece frío y cianótico al cabo de hora y media a
dos horas del traumatismo, tiempo que tardó en venir de Garachico. El
traumatismo fue producido al caérsele una piedra de gran tamaño sobre
pie y pierna, que magulló más al intentar quitarla el mismo pequeño.
28 agosto.- La situación continúa igual, pues el pie aparece cada vez
más violáceo. La fetidez es alarmante y aparecen flictenas en la cara
dorsal y extremidades de los dedos. Las escaras comienzan a oscurecerse.
30 agosto.- El estado general empeora, su pulso se acelera, la
temperatura se eleva de un modo alarmante. (Es tratado con los
antibióticos de más ancho espectro y toda serie de vasodilatadores. Los
doctores don Ángel y Raúl Capote y Javier Loño son solicitados para
colaborar desde sus puntos de vista). Los tendones extensores están a la
vista.
31 agosto.- En vista de la situación decidimos amputar. La septicemia
es evidente, aparecen síntomas de hepatitis y estado tóxico. Hacemos
dos curas diarias, que cada vez desilusionan más.
2 septiembre.- Por la mañana, al hacer la cura preparatoria para la
amputación que teníamos decidida para por la tarde, notamos calor en el
yeso. Al curar y, con las pinzas, intentar mover las escaras negras de
su gangrena, observamos con extrañeza que se desprenden, dejando un
plano subyacente sangrante. Los lados de los dedos y el dorso del pie
alrededor de las heridas aparecen sonrosados y calientes. El estado
general es mejor, el pulso más regular y la temperatura más baja. Todo
esto nos parece insólito, no nos lo podemos explicar. El que este
proceso se instaurara gradualmente sería más lógico; pero de este modo
rápido, tajante: es absurdo.
3 septiembre.- Hoy observamos granulaciones que empiezan a invadir la cara dorsal, llegan algunas a cubrir los tendones incluso.
4 septiembre.- Observamos la epitelización de las granulaciones, tan recientes como las de ayer.
5 septiembre.- En vista de la desaparición de la temperatura, apenas
le medicamos ya. Continúa así hasta el día 10, en que prácticamente
aparece epitelizado en su totalidad, dándole de alta en la Clínica al
cabo de un par de días.
Desde esta fecha sólo lo vemos periódicamente para vigilar su piel y
comprobar la inexistencia de posibles lesiones, que no aparecen.
Por precaución, y dada la gravedad del caso, le prohibimos jugar y
correr; cosa que le dejamos hacer a fines de octubre, en vista del buen
estado del paciente.
No pensamos nunca que esto fuese un milagro ni nada parecido, hasta
que con fecha 9 de febrero de 1957, la madre del enfermito nos confiesa
que en la noche del 1º de septiembre le había colocado una reliquia del
Beato en el pie, reliquia traída desde Madrid.
Reflexionando y viendo su historia clínica, comprobamos que la fecha
dada por la madre coincidía con la mejoría que nos hizo desistir de la
amputación para ese día.
En vista de esto, extendimos el certificado solicitado, en el que hicimos un resumen de su historial clínico, manifestado: dada
la rapidez inexplicable de la curación, creíamos que bien pudieron
existir causas sobrenaturales que contribuyeran y llevaran a feliz
término la curación del paciente".
El "niño milagro" cuenta cómo vivió aquella transformación en su
pierna izquierda gangrenada: "Mi madre era una mujer bastante religiosa;
me puso la estampita en la pierna y pasó toda la noche llorando y
rezando. Al día siguiente, cuando llegaron los médicos para amputarme la
pierna y me quitaron todos los vendajes se quedaron asustados porque
había habido un cambio radical. La pierna tenía circulación y tenía un
aspecto totalmente diferente; me tocaban, había una sensibilidad,
sangraba... Había dado un cambio de la noche a la mañana. Y no hubo que
amputarme y se fue mejorando la situación hasta que me dieron el alta.
Esto llegó a oído de los dominicos y se inició una investigación en el
Obispado".
Vicente Cruz Gil (La Laguna, 1930), canónigo penitenciario de la
Catedral de La Laguna, recuerda que el entonces obispo de la Diócesis,
el güimarero Domingo Pérez Cáceres, lo designó notario eclesial del
tribunal que citó a declarar a los testigos del tercer milagro
reconocido de san Martín de Porres, que estuvo presidido por Matías
Batista, párroco de Güímar y luego de la Cruz del Señor. Como promotor
de la fe -popularmente llamado abogado del diablo- fue designado Hilario
Fernández Mariño, canónigo lectoral de la Catedral, y el tribunal
nombró a un médico lagunero, Miguel Melo Benito, que asistió a las
sesiones por ser una curación. Además, se eligieron dos médicos de
oficio: José Perera y Enrique González. De todos solo sobrevive en la
actualidad Vicente Cruz Gil.
Roma pidió investigar
"Nos enteramos del caso porque la Curia de los dominicos en Roma
envió a Tenerife al padre dominico español Moya, profesor de la
Universidad de Santo Tomás, en Roma, conocido como vicepostulador en
términos técnicos. Llegó en abril de 1960 con la documentación para
solicitar al obispo iniciar el estudio del presunto milagro".
Posiblemente algún domi- nico o dominica que se enteró de lo insólito
del caso habría comunicado los hechos a Roma. "Venía el latín y lacrado. El postulador traía la lista de posibles
testigos y el tribunal los fue llamando", recuerda Vicente Cruz.
Fueron entre quince o veinte testigos que pasaron por una sala del
Obispado, en La Laguna. Se tardó un mes. Entre los testigos, Ángel
Capote y su esposa, también Ángel Capote hijo y un hermano; Javier Loño,
las religiosas, enfermeros y familiares de Antonio Cabrera. "Recuerdo
la declaración de don Miguel, uno de los testigos principales del caso,
que contaba lo duro que era cortarle la pierna a un niño de cinco años",
cuenta Vicente Cruz. "Al final, el tribunal llamó de oficio a Antonio,
para que los médicos dictaminaran la situación de la pierna en aquel
momento; era un niño de 11 años. "Recuerdo cómo Antonio jugaba al fútbol
y le daba a la pelota igual con el pie izquierdo que con el derecho.
Traía unas botas bajas".
El propio Antonio destaca el testimonio de Ángel Capote. "Sus
manifestaciones tuvieron un peso extraordinario; no es lo mismo la
manifestación de un creyente que la de un no creyente reconocido. Ángel
Capote murió como un cristiano extraordinario, porque a raíz de lo que
vio se convirtió y entró de rodillas en el Vaticano en la celebración de
la canonización. Durante el proceso, mudó su ateísmo por una creencia
absoluta en lo sobrenatural y en la religión".
Aquel 6 de mayo de 1962, Juan XXIII elevó a los altares a san Martín
de Porres, el mismo día que el entonces nuevo prelado de la Diócesis
Nivariense, Luis Franco Cascón, tomaba posesión en virtud del poder
enviado al deán de la Catedral José de Ossuna Batista, si bien no fue
hasta el día 20 de mayo cuando entró en la Diócesis.
Antonio Cabrera admite que su relación con la religión, "como dice mi
buen primo y también colega Miguel Duque, es en forma amistosa con san
Martín de Porres. Aunque no soy de estar todos los días en misa, sí soy
creyente y tengo mi propia experiencia. He superado dos cánceres, dos
infartos... también salí ileso de un accidente de coche gravísimo".
El corresponsal del diario madrileño "Ya" en Roma Luis de la Barga
recuerda en su crónica de la canonización a Antonio Cabrera: "En todas
partes se presentó -incluso ante el Papa- acompañado por René Muñoz, el
artista cubano que ha llevado a Fray Escoba a la pantalla". René
Muñoz ya había estado en Tenerife el 25 de abril de 1962, dos semanas
antes de la canonización, en el festival de la caridad celebrado en el
teatro Guimerá el día 25, donde María Victoria Fernández Hernández,
representante del Puerto de la Cruz, fue elegida la reina de la Flor de
Tenerife.
El corresponsal de "Ya" hizo constar en su crónica de Roma: "Hemos
visto a la gente arremolinada en la plaza de San Pedro que primero
miraba a la imagen del santo pendiente en el balcón central de la
Basílica, luego la comparaba con las facciones de René Muñoz y, por
último, al saber que el pequeño Cabrera era el niño del milagro, tocaba
los límites del delirio. Nuestro compatriota ha firmado autógrafos con
la misma seriedad que cualquier personaje grande y ha sido retratado
millares de veces".
Hoy, a las 19:30 horas, la parroquia de San José, en la capital
tinerfeña, acogerá una celebración que recordará la canonización de san
Martín de Porres, concelebrada por el notario de la causa, único
superviviente del tribunal, y también estará el propio Antonio Cabrera
Pérez-Camacho.
Fuente: HUMBERTO GONAR, Tenerife http://eldia.es/2012-05-06/SOCIEDAD/2-nino-hizo-santo-Martin-Porres.htm
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